En primer lugar creo que son necesarios algunos antecedentes. Me llamo José Ricardo. Mi madre era la hija mayor de su familia. Una de mis tías era la más joven y tenía diez años menos que mi madre. Yo era el más joven de mis hermanos y tenía un primo que era el hijo mayor de su familia, pero yo era cuatro años mayor que mi primo.
Todo comenzó un día en que mi madre y mi tía se enteraron de que habría una jornada de vacunación gratuita en el centro de salud en el barrio. Yo tenía 12 años en ese momento y mi primo tenía 8. Decidieron ir juntas y nos llevaron para vacunarnos. Después de unos papeles y un montón de preguntas aburridas, la enfermera dijo que iba a tener que tomar nuestras temperaturas para asegurarse de que no estábamos teniendo fiebre antes de la inyección. La enfermera preguntó a mi madre y a mi tía: "¿Cómo les toman la temperatura en sus casa?" Mi madre inmediatamente dijo que de manera rectal, que era de hecho la forma en que siempre me había tomado mi temperatura y la forma en que yo asumía que a todos los niños le tomaban la temperatura. Así que imaginen mi sorpresa cuando mi tía dijo: "De hecho, se la tomo por la vía oral."
Eché un vistazo a mi primo en un estado de shock. ¿Cómo podía mi tía tomarle la temperatura a mi primo más joven por vía oral, mientras que a mí todavía me la tomaban por mi trasero? Mi corazón empezó a golpear en el pecho fuertemente no sólo por descubrir este hecho, sino después de que se había anunciado a mi tía, primo y la enfermera que me tomaban la temperatura así. Era como si todo el mundo lo hubiera escuchado. Mi primo sonrió un poco y me sentí aún más humillado. La enfermera sólo dijo: "Bueno, vamos a empezar."
Ella me miró y me pidió que me doblara sobre una mesa del consultorio. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Ya era bastante malo que mi primo acabara de descubrir que todavía me tomaban la temperatura por la vía rectal como a un niño pequeño, sino que mela iban a tomar delante de él. Me tuve que doblar sobre la mesa, dejando mi trasero en pompa frente a todos. La enfermera me bajó los pantalones cortos elásticos que llevaba hasta abajo, más allá de mis rodillas, antes de tomar mis calzoncillos blancos de algodón y luego bajarlos hasta los tobillos. Me sentía tan terriblemente expuesto delante de mi primo de 8 años de edad, quien estaba sentado en una silla mirando todo. Ella luego extendió mis nalgas y me insertó el termómetro bien lubricado. Me quedé mirando a mi primo con los ojos llorosos sin poder creer lo que me estaba pasando.
La enfermera entonces tomó un segundo termómetro, lo sacudió hacia abajo y lo insertó en la boca de mi primo y le pidió que lo mantenga debajo de su lengua.
Esta situación fue causada por lo siguiente: mi madre, diez años mayor que mi tía, era de una época en que los termómetros rectales eran más comunes. Yo era el más joven en comparación con mis hermanos mayores y parecía por ellos ser todavía un niño pequeño en comparación con mi hermano mayor, que tenía 19 años en ese momento.
Mi tía, en cambio, siendo más joven, pensaba que mi primo, siendo su hijo mayor, podía usar un termómetro oral. Sí, mi primo luego de eso me tomó el pelo constantemente, recordándome que era un niño pequeño y cómo él me había visto con mis pantalones y calzoncillos alrededor de mis tobillos con el termómetro que salía de mi trasero mientras él estaba sentado cómodamente en la silla con el termómetro bajo la lengua como un niño grande. Nuestra relación nunca fue lo mismo después de eso. Yo ya no era su primo mayor. Una vez estábamos jugando junto a otros niños y yo acababa de hacer un comentario sobre él, diciendo que era un cero a la izquierda. Él sólo me miró y me dijo: "Te ves enfermo, tal vez deberías ir a casa para que tu madre te tome la temperatura"
Yo sabía lo que quería decir y mientras yo estaba agradecido porque no dio más detalles en frente de los otros niños, su mensaje para mí había sido claro. Será mejor que lo tratara con respeto o los otros niños iban a conocer mi secreto.
Sobre lo que pasó luego en la clínica, las cosas se pusieron aún peor. En primer lugar, cuando llegó el momento para extraer finalmente el termómetro, la enfermera me sacó el mío mientras mi primo seguía teniéndolo en la boca. Ella lo limpió y declaró que no tenía fiebre. Yo empecé a subir mi ropa interior y mis pantalones. Ella gentilmente me hizo soltarlos diciendo: "¡Oh, no, pequeño, no hemos terminado todavía." La miré en silencio rogando para que me dejara vestirme, pero en cambio ella me miró y dijo: "Cariño, dóblate sobre la mesa de nuevo" Yo sabía lo que eso significaba. Hice lo que me dijeron y por supuesto sentí el alcohol frío en la nalga seguida por el fuerte pinchazo de la aguja. Me tomó por sorpresa y empecé a llorar mientras las lágrimas caían de mis ojos. Mi madre vino a ayudarme. Ella me levantó de la mesa y me abrazó hasta que el llanto desapareció, mientras mis pantalones y calzoncillos estaban en mis tobillos.
Oí la voz de la enfermera declarar que la temperatura de mi primo era también normal. Miré hacia él esperando ver cómo le bajaban sus pantalones y calzoncillos. Supuse que tendría que doblarse sobre la mesa con el trasero en pompa y ahí nivelaríamos la situación. Imaginen mi indignación cuando ella comenzó a subirle la manga. Ella le puso la inyección y él gritó un poquito, pero no lloró como yo lo hice.
Yo estaba tan indignado por esta injusticia que le pregunté a mi madre "¿Cómo es que a mí me pusieron una inyección en el trasero mientras a él se la pusieron en el brazo?"
La enfermera me oyó preguntar eso a mi madre y le dijo: "Oh, cariño, lo siento. Yo realmente prefiero inyectar los pompis de los niños pequeños, pero se les puede dar en el brazo también. Pensé que ya que ya tenías tus pantalones abajo para tomarte la temperatura, así ganaría tiempo".
Mi madre no siga tomando la temperatura rectal después de eso hasta que cumplí 13. Las veces que lo hacía me dolía pensar que mi primo pequeño, solo por eso, tenía un estatus más alto que yo. Yo lloraba después de tener mi temperatura tomada sólo pensando en que era una injusticia. Esta es mi historia, y comenzaré a escribirles para contar lo que pasó en mi casa poco tiempo después de esa vacunación.
Saludos, José Ricardo.
Todo comenzó un día en que mi madre y mi tía se enteraron de que habría una jornada de vacunación gratuita en el centro de salud en el barrio. Yo tenía 12 años en ese momento y mi primo tenía 8. Decidieron ir juntas y nos llevaron para vacunarnos. Después de unos papeles y un montón de preguntas aburridas, la enfermera dijo que iba a tener que tomar nuestras temperaturas para asegurarse de que no estábamos teniendo fiebre antes de la inyección. La enfermera preguntó a mi madre y a mi tía: "¿Cómo les toman la temperatura en sus casa?" Mi madre inmediatamente dijo que de manera rectal, que era de hecho la forma en que siempre me había tomado mi temperatura y la forma en que yo asumía que a todos los niños le tomaban la temperatura. Así que imaginen mi sorpresa cuando mi tía dijo: "De hecho, se la tomo por la vía oral."
Eché un vistazo a mi primo en un estado de shock. ¿Cómo podía mi tía tomarle la temperatura a mi primo más joven por vía oral, mientras que a mí todavía me la tomaban por mi trasero? Mi corazón empezó a golpear en el pecho fuertemente no sólo por descubrir este hecho, sino después de que se había anunciado a mi tía, primo y la enfermera que me tomaban la temperatura así. Era como si todo el mundo lo hubiera escuchado. Mi primo sonrió un poco y me sentí aún más humillado. La enfermera sólo dijo: "Bueno, vamos a empezar."
Ella me miró y me pidió que me doblara sobre una mesa del consultorio. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Ya era bastante malo que mi primo acabara de descubrir que todavía me tomaban la temperatura por la vía rectal como a un niño pequeño, sino que mela iban a tomar delante de él. Me tuve que doblar sobre la mesa, dejando mi trasero en pompa frente a todos. La enfermera me bajó los pantalones cortos elásticos que llevaba hasta abajo, más allá de mis rodillas, antes de tomar mis calzoncillos blancos de algodón y luego bajarlos hasta los tobillos. Me sentía tan terriblemente expuesto delante de mi primo de 8 años de edad, quien estaba sentado en una silla mirando todo. Ella luego extendió mis nalgas y me insertó el termómetro bien lubricado. Me quedé mirando a mi primo con los ojos llorosos sin poder creer lo que me estaba pasando.
La enfermera entonces tomó un segundo termómetro, lo sacudió hacia abajo y lo insertó en la boca de mi primo y le pidió que lo mantenga debajo de su lengua.
Esta situación fue causada por lo siguiente: mi madre, diez años mayor que mi tía, era de una época en que los termómetros rectales eran más comunes. Yo era el más joven en comparación con mis hermanos mayores y parecía por ellos ser todavía un niño pequeño en comparación con mi hermano mayor, que tenía 19 años en ese momento.
Mi tía, en cambio, siendo más joven, pensaba que mi primo, siendo su hijo mayor, podía usar un termómetro oral. Sí, mi primo luego de eso me tomó el pelo constantemente, recordándome que era un niño pequeño y cómo él me había visto con mis pantalones y calzoncillos alrededor de mis tobillos con el termómetro que salía de mi trasero mientras él estaba sentado cómodamente en la silla con el termómetro bajo la lengua como un niño grande. Nuestra relación nunca fue lo mismo después de eso. Yo ya no era su primo mayor. Una vez estábamos jugando junto a otros niños y yo acababa de hacer un comentario sobre él, diciendo que era un cero a la izquierda. Él sólo me miró y me dijo: "Te ves enfermo, tal vez deberías ir a casa para que tu madre te tome la temperatura"
Yo sabía lo que quería decir y mientras yo estaba agradecido porque no dio más detalles en frente de los otros niños, su mensaje para mí había sido claro. Será mejor que lo tratara con respeto o los otros niños iban a conocer mi secreto.
Sobre lo que pasó luego en la clínica, las cosas se pusieron aún peor. En primer lugar, cuando llegó el momento para extraer finalmente el termómetro, la enfermera me sacó el mío mientras mi primo seguía teniéndolo en la boca. Ella lo limpió y declaró que no tenía fiebre. Yo empecé a subir mi ropa interior y mis pantalones. Ella gentilmente me hizo soltarlos diciendo: "¡Oh, no, pequeño, no hemos terminado todavía." La miré en silencio rogando para que me dejara vestirme, pero en cambio ella me miró y dijo: "Cariño, dóblate sobre la mesa de nuevo" Yo sabía lo que eso significaba. Hice lo que me dijeron y por supuesto sentí el alcohol frío en la nalga seguida por el fuerte pinchazo de la aguja. Me tomó por sorpresa y empecé a llorar mientras las lágrimas caían de mis ojos. Mi madre vino a ayudarme. Ella me levantó de la mesa y me abrazó hasta que el llanto desapareció, mientras mis pantalones y calzoncillos estaban en mis tobillos.
Oí la voz de la enfermera declarar que la temperatura de mi primo era también normal. Miré hacia él esperando ver cómo le bajaban sus pantalones y calzoncillos. Supuse que tendría que doblarse sobre la mesa con el trasero en pompa y ahí nivelaríamos la situación. Imaginen mi indignación cuando ella comenzó a subirle la manga. Ella le puso la inyección y él gritó un poquito, pero no lloró como yo lo hice.
Yo estaba tan indignado por esta injusticia que le pregunté a mi madre "¿Cómo es que a mí me pusieron una inyección en el trasero mientras a él se la pusieron en el brazo?"
La enfermera me oyó preguntar eso a mi madre y le dijo: "Oh, cariño, lo siento. Yo realmente prefiero inyectar los pompis de los niños pequeños, pero se les puede dar en el brazo también. Pensé que ya que ya tenías tus pantalones abajo para tomarte la temperatura, así ganaría tiempo".
Mi madre no siga tomando la temperatura rectal después de eso hasta que cumplí 13. Las veces que lo hacía me dolía pensar que mi primo pequeño, solo por eso, tenía un estatus más alto que yo. Yo lloraba después de tener mi temperatura tomada sólo pensando en que era una injusticia. Esta es mi historia, y comenzaré a escribirles para contar lo que pasó en mi casa poco tiempo después de esa vacunación.
Saludos, José Ricardo.
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